¿Cuáles prácticas podrían considerarse deficientes? En el ámbito de la seguridad en trabajos paralelos, al igual que en cualquier ocupación, existen tanto buenos como malos hábitos. A continuación, se presentan algunos ejemplos básicos de prácticas seguras que se deberían seguir:
• Al utilizar maquinaria, es crucial priorizar la protección ocular mediante el uso de gafas, y aún mejor, proteger el rostro con máscaras anti impacto, especialmente en trabajos de tornería de gran envergadura.
• Es esencial evitar el uso de guantes que puedan quedar atrapados en la maquinaria, aunque su utilidad en el contexto de la tornería sea limitada, a menos que exista una condición dermatológica que requiera protección específica para las manos.
• La elección de calzado adecuado es fundamental. Trabajar descalzo o con calzado inapropiado es imprudente. Desde zapatos de seguridad hasta zapatillas, hoy en día se recomienda una amplia gama de opciones.
El evitar utilizar herramientas y maquinaria inadecuadas plantea una cuestión obvia: pero ¿cumplen los artesanos conscientemente con este principio de seguridad o buenas prácticas? En el ámbito de la carpintería, no particularmente en la tornería, se observa un compromiso notable con la seguridad y el manejo adecuado en los talleres, tanto de herramientas como con máquinas, y sobre todo cuando vemos un desastre o accidente de taller que se ha viralizado en las redes. Pero al mismo tiempo, observamos cómo en nuestro sector se incentiva el uso de herramientas y máquinas para propósitos incompatibles, y no me estoy refiriendo principalmente a la tornería. Esta tendencia a compartir ideas tanto válidas como peligrosas sin discernimiento, con el único propósito de generar contenido, conlleva riesgos para aquellos que las siguen, creando una falsa sensación de competencia. Esta dinámica perpetúa la difusión de prácticas irresponsables, lo cual resulta muy inquietante.
Buscando hipótesis
En tornería u otra rama de carpintería no es imprescindible buscar un curso especializado si se pretende emplear esta destreza de manera segura, ocasional y amateur. Bastaría con ser orientado por alguien con experiencia y confianza para llevar a cabo pequeños proyectos. Sería óptimo en esta orientación promover la práctica de aprender adecuadamente, empleando las máquinas y herramientas para los fines que fueron diseñadas.
Los argumentos que sustentan esta desinformación son diversos: desde la falta de presupuesto para adquirir máquinas y herramientas, hasta la percepción de que el uso del torno será escaso o inexistente. Sin embargo, la realidad suele ser distinta: es común en carpintería contar con un conjunto de herramientas manuales cuyo valor excede al de un torno pequeño y sus accesorios, aunque estas herramientas se utilicen esporádicamente pero estén más vinculados con la carpintería que se practica. Si bien también se puedan poseer máquinas para procesos específicos, estas suelen ser considerablemente más costosas que un torno sencillo o pequeño.
A pesar de ello, no toda adaptación implica desinformación; es ampliamente reconocido que el torno no solo es una máquina de mecanizado, sino que, debido a su naturaleza intrínseca, es multifuncional.
Nos permite lijar objetos utilizando tambores o discos fabricados en el mismo torno, así como perforar materiales con mandriles y brocas, adaptando accesorios tradicionales estándar para este propósito. Esta versatilidad ha sido históricamente reconocida debido a las velocidades variables de un torno, y no como un capricho para evitar otras máquinas diseñadas específicamente para estas tareas.
De manera similar, pero en contraste con la práctica oficial histórica, se pueden observar adaptaciones como el uso de discos de lija en sierras de mesa, una práctica potencialmente peligrosa debido a las altas velocidades de estas máquinas. También se nota el empleo de taladros, fresadoras o esmeriles sobre sierras de banco (fabricando jigs que resultan tan costosos en tiempo y dinero que un torno básico), o el uso de estas máquinas en procesos de mecanizado y torneado que requieren largas horas de trabajo. Esto se hace a pesar de que no están diseñados para tales tareas, debido a su construcción y su dependencia de un control limitado, lo que implica en la mayoría de los casos encender y apagar dos máquinas consecutivamente.
No todos necesitarán hacer uso del torno, es cierto; por ende, no resulta imperativo adquirir una máquina y herramientas si solo se requieren ocasionalmente para un proyecto específico. Sin embargo, no deberíamos fomentar prácticas incorrectas, no solo en tornería, sino también en otras ramas de la carpintería que se ven afectadas.
Este tipo de información no es condenar prácticas equivocadas, sino visibilizar lo que en muchos casos crea este afán de superar obstáculos sin permitirnos mirar lo que debemos hacer correctamente.
En más de una ocasión he compartido con amigos carpinteros mi reflexión sobre cómo la práctica de la tornería se distingue completamente de la habilidad en la fabricación de muebles. Aunque convergen en ciertos puntos o situaciones, no se entrometen ni se implican demasiado entre sí. Incluso los argumentos más contundentes se simplifican cuando nos adentramos en el proceso de tornear. Como tornero, reconozco que no puedo juzgar cómo elaborar un mueble sin poseer los conocimientos adecuados y precisos. Sin embargo, dentro de los términos de la tornería, sí puedo decidir cómo llevar a cabo el proceso de manera correcta.
Alejandro Perez
Tornero
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